"Viaje al centro de la Tierra", la ficción científica de Julio Verne

Julio Verne siempre ha sido uno de mis autores favoritos, aquellos que habiendo leído en el pasado siempre nos resultan agradables para releer alguna tarde, un visionario del futuro que logró captar la atención del público durante generaciones, con historias noveladas llenas de grandes aportes al conocimiento científico.

Hoy en día, muchas de aquellas cosas que el buen señor Verne nos vislumbró en sus libros, forman parte de nuestras rutinas diarias.

La obra se inspiró, según algunos biógrafos de Verne, en un descubrimiento científico de gran relevancia en 1863, una mandíbula humana, que hizo al señor Verne interesarse por el tema de la evolución, por lo que pasó muchos días a la luz de las velas, informándose, leyendo, pensando e imaginado.

Se entregó con pasión a escribir su historia, que vio la luz en 1866 y fue, desde la primera edición, una de las más triunfadoras.

Verne nos acerca en “Viaje al centro de la Tierra” a una de las interrogantes, que eran muy importantes en su época, ¿qué temperatura hacía en el centro de la Tierra? ¿era, como algunos decían, totalmente fría? o ¿era totalmente caliente?.

Para ello, nos presenta al equipo integrado por Axel, que defiende la teoría del fuego central, y su tío Lindebnrock que se inclina por un espacio frío en el centro del planeta.

Para comprobarlo, marchan a Islandia donde, por un cráter de volcán, irán a parar al centro de la Tierra.

El viaje es tan divertido como peligroso, entrarán en contacto con especies que creían inexistentes o desaparecidas y comprobarán que la Tierra no es un montón de camino hacia el centro, sino muchas capas, antes de llegar a un mar mediterráneo interior, que en algún momento les sorprendió con su belleza. Lo mismo sentirán pavor, al encontrarse con especies nada agradables.

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