La gente de moda donde quiere ir ahora es al Club Silencio, la nueva sala de culto que abrió hace unos meses de la mano de director David Lynch. El problema es que no todo el mundo puede acceder a ella (lo que la convierte en un espacio más codiciado si cabe).
Sólo los miembros (que pagan una cuota anual de 780 €) y sus invitados tiene derecho a entrar antes de medianoche. Así disfrutan del espacio con amplitud y, además, pueden participar de las diversas actividades que organizan, desde estrenos de películas, ciclos monográficos sobre artistas o conciertos privados. A partir de esa hora sólo pasas si estás en la codiciada lista de la puerta.
Está situado en los bajos del número 142 de la calle Montmartre, un espacio que con anterioridad cobijó la imprenta de Paul Dupont y donde en 1914 se imprimió J’Accuse, el manifiesto de Ernest-Eugène Zola contra el capitan Dreyfus. Pasadas las décadas, en ese mismo lugar se grabó el primer disco de Justice. La decoración ha sido elegida personalmente por Lynch: el dorado es el protagonista absoluto que juega con brillantes negros y rojos, creando una sensación similar a cualquiera de las obras del genial director americano, y que quiere también recordar al cabaret dadaísta Voltaire de Zurich, al existencialista Tabou, de Saint-Germain -des-Près, y a la locura glam del neoyorquino Studio54.
En la pista (con forma de pequeño teatro) bailas desde bandas sonoras a lo último de M83 rodeado de modelos que comienzan su carrera o actores consagrados, como Vincent Cassel. La barra sirve lo último en cócteles con un cuidado servicio propio de uno de los mejores locales de París. Y las chicas parecen salidas de un casting.