Si faltan modales, falta seducción…

Para facilitar un poco la tarea, hemos seleccionado las principales pistas para salir airosos de una cena más formal de lo habitual.

El pan, como Jesucristo: Aunque parezca mentira, hay que cortarlo con las manos.

Sólo usaremos el cubierto para abrirlo por la mitad en plan bocata. Jamás lo morderemos directamente de la rebanada, ni lo cogeremos a pellizquitos.

Hay que procurar no llenar la mesa de migas, así que lo cortaremos sobre el plato del pan, si lo hubiera.

Lo de hacer barquitos en las fuentes comunes está prohibido, pero en nuestro plato podemos “hacer lo que queramos” (con moderación).

La servilleta, sobre las piernas. La idea es evitar que nos caiga medio plato en el pantalón limpio que tendremos que llevar durante toda la noche.

El marisco… ¡con tenedor! Hay que utilizar cubiertos para comer el marisco.

Los moluscos con cáscaras, sacan de la concha con tenedor.

También se puede meter la concha en la boca, pero dependerá del grado de formalidad de nuestra cena.

El resto del marisco está bien visto que se coma con las manos, excepto si se sirve ya pelado, en cuyo caso deberemos usar el tenedor.

Eso sí, después de comer marisco deberemos lavarnos las manos, bien con una toallita impregnada en limón, o con un pequeño bol de agua con limón que ponen en algunos sitios.

La carne, poquito a poco. No cortaremos los filetes por entero antes de comer, sino que los iremos cortando según vayamos comiendo.

Esto varía según el lugar del mundo donde estemos, pero por lo general en Europa se aplica así.

Siempre trocitos pequeños que no nos obliguen a poner caras raras para tragar y morder.

Con el champán, ¡no apuntes al techo! Si por alguna desgracia te tocara abrir la botella, nada de imitar a Fernando Alonso. Aunque es cierto que este tipo de bebidas suele tener mucha fuerza, tampoco es que sea tanta como para no poder sujetar bien el tapón.

Sujetamos bien la botella, a ser posible con un paño limpio, y, después de quitarle el papel de aluminio, vamos girando el tapón despacio, siempre en el mismo sentido, hasta que la propia fuerza de la botella lo empuje hacia fuera.

Eso sí, nunca soltaremos el tapón para que salga despedido por el aire.

    Callado estás más elegante. Uno de los puntos más difíciles de una cena es la conversación.

    ¿De qué hablo, de qué no, y si les aburro, y si me aburren?

    Si no se tiene confianza con los demás invitados, es mejor optar por una postura pasiva y permitir que otros lleven el peso de la conversación.

    En cualquier caso, evitaremos siempre las críticas, incluso las inofensivas, porque está considerado un defecto de muy mal gusto en una buena mesa.

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