En busca de la comodidad perdida

La falda es una prenda de vestir eminentemente femenina. Es curioso que hayan sido los pantalones los que en cierto modo hayan desbancado a la falda de los armarios de las mujeres, y que las faldas sean tabús en los hombres, a no ser que se utilicen a modo de disfraz, o travestismo.

En Argentina haciendo frente a risas y chascarrillos un grupo de hombres, se unió para defender el uso de la «pollera», curioso apelativo para denominar una prenda durante siglos tan femenina.

Sin embargo como casi en todo, estamos dando una visión occidental y europeísta de este uso, pues la falda denominada sarong en países de Asia, como Arabia o África, no es una prenda hostil ni vergonzante para el hombre. En Europa el kilt escocés es elevado a la categoría de prenda mítica, e incluso posee ese aire masculino que conquistó a la población mundial gracias a la película Braveheart, pero que es desde la cultura Británica, gaélica el paradigma del hombre de las tierras del norte.

La moda en faldas masculinas en el siglo XXI volvió con diseñadores como Galiano, Armani o Gaultier. Y no olvidemos toda una generación de diseñadores japoneses que por herencia cultural, en la que la falda es unisex, retomaron en sus colecciones. Algunos ejemplos son Kenzō Takada, Rei Kawakubo y Yohji Yamamoto, cuyos intentos para popularizarla fueron inútiles a nivel de industria, quizás si como llamada de atención sobre las pasarelas.

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