Ay, esas malditas agujetas… Si ayer me hicisteis caso y dedicasteis esos 12 minutos a hacer ejercicio pues seguramente hoy tendréis cada músculo de vuestro cuerpo dolorido no, lo siguiente. Las agujetas aparecen o cuando nos hayamos pasado con la sobrecarga o bien cuando hayamos esforzado aquellos músculos que no están acostumbrados al semejante entrenamiento.
¿Qué nos dicen en estos casos los sabelotodo de los gimnasios? Los sabelotodo aficionados (e incluso algún que otro «profesional») a las quejas por el dolor te pueden decir que hay que tomar agua con bicarbonato sódico o azúcar. Pero no es más que un remedio popular similar al «agua bendita» y lo único que nos puede provocar son los problemas gástricos.
Hasta no hace mucho se creía que apareción de las agujetas se debía a la acumulación de ácido láctico, que con la actividad metabólica en las células musculares se «cristalizaba», provocando ese dolor muscular. Pero esa teoría hace ya tiempo que quedó descartada.
Lo que ocurre realmente es que con el sobreesfuerzo las fibras musculares son castigadas «por encima de sus posibilidades», o sea más de lo que están entrenadas, provocando «microrroturas» de las fibras musculares que se manifiesta en forma del intenso dolor muscular e inflamación. Y de ahí no se salva nadie ya que incluso las personas muy entrenadas pueden tener agujetas al realizar un ejercicio en el que utilizan los grupos musculares diferentes a los que utiliza habitualmente.
¿Qué remedio le podemos poner a ello? Pues los mencionados «ajo y agua», o sea, a joderse, a aguantar y a entrenar más, aumentando progresivamente la carga. Y sin olvidar del calentamiento y estiramientos previos y posteriores al ejercicio.